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El vínculo entre mamá y bebé

Entre la madre y el bebé se da una de las relaciones más estrechas que puedan experimentar los seres humanos, y es de gran importancia ya que sienta las bases de la personalidad del recién nacido.

El psicoanalista británico Donald Winnicott (1958) sostiene que, justo después del nacimiento, la madre y el bebé “se hacen uno mismo” en una especie de fusión. La madre necesita volcarse en el pequeño y conectarse con sus necesidades, de manera que le sea posible identificar cuándo tiene hambre o frío, qué lo inquieta o lo calma, incluso en qué momento busca solamente su contacto físico, su calidez y su mirada.

La relación con la madre será determinante en la vida del bebé, pues ella es el primer objeto de amor. Aunque es posible que en algunos momentos no sepa específicamente lo que necesita el pequeño y se sienta agobiada, el grado de cercanía que idealmente posee su vínculo entre mamá y bebé que le permitirá reconocer qué le ocurre; esta conexión no sólo se refiere a las necesidades fisiológicas del niño, sino también –y de mayor relevancia– a las de sostenimiento emocional.

Este estado de receptividad, sensibilidad y disposición emocional será de suma importancia para que el bebé logre construir dentro de su mente aquellos aspectos que en los primeros momentos de la vida están a cargo de la madre, por ejemplo, la posibilidad de reconocer su cuerpo, sentir cada vez mayor cohesión corporal; también a identificar y diferenciar los primeros estímulos y poco a poco encontrar la forma de comunicarlos.

Podríamos resumir que la madre a través de este vínculo ayuda a su recién nacido a sentir y a pensar lo que este aún no puede.

vínculo entre mamá y bebé

A través del cuidado físico y psíquico, la madre irá construyendo en el bebé una mente que sea capaz de contener experiencias agradables y desagradables, que las tolere y las digiera, de forma que no se desborde con los sentimientos que experimenta cotidianamente como miedo, angustia o terror. La madre le ayudará a procesarlas; las devolverá transformadas y disminuidas en su intensidad. Esto imprimirá una huella indeleble en la mente del bebé y definirá cómo serán las futuras relaciones con otras personas.

La madre también tendrá que ir frustrando de manera paulatina a su bebé: esto le ayudará a tolerar cada vez mejor la frustración, así como a lidiar con que la madre no está siempre a su disposición. Esto sienta las bases para que nuevas capacidades surjan, por ejemplo, el lenguaje.

El niño también descubrirá nuevos intereses, tanto en actividades como en otras personas. Este proceso implica que la madre también sea capaz de renunciar al bebé totalmente dependiente para dar paso a un ser cada vez más autónomo.

También tenemos que tomar en cuenta los aspectos familiares y culturales que rodean la llegada del bebé y que juegan un papel vital en la forma en la que se da este vínculo entre mamá y recién nacido; podemos pensar en las expectativas en torno a la maternidad, las costumbres en torno a la forma de cuidar al bebé, la situación económica, laboral de la madre, entre otros.

Por lo general se tiene la idea de que las relaciones entre madres e hijos siempre son “buenas”, sin sentimientos negativos. La realidad es que es normal y totalmente sano experimentar un gran deseo de estar cerca y, en otros momentos, se desee poner distancia. De esta manera, al estar separados, se abre la oportunidad de extrañar y genuinamente buscar un acercamiento gozoso.

La relación con la madre resultará determinante en la vida del bebé, pues ella será el primer objeto de amor.

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